jueves, 10 de agosto de 2023

LA VIRGEN DE LOS POBRES



Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Allá a mediados de los años 80 del ya lejano siglo XX, arribé a la hermosa ciudad de Acaponeta, tierra de mis mayores por el lado materno. Por esos días escuché que se había aparecido una virgen cerca o a orillas del río, pero no presté mayor atención, ni me dio curiosidad investigar o de plano ir a ver si aquello era verdad.

Más de 35 años después, vuelvo a escuchar esa historia y me entra la curiosidad de averiguar de qué se trataba ese relato de una deidad aparecida, que según me cuentan era muy milagrosa y a la que bautizaron como "la Virgen de los Pobres".

Muchos de los testigos o actores principales de esta casi leyenda, ya han muerto o migraron a otras latitudes. Sin embargo, preguntando aquí, investigando allá me enteré de lo que aquí les narro.


Muy probablemente así era la imagen de la Virgen de los Pobres

Me dicen que un señor de nombre Esteban, cuyo apellido no he podido saber, tenía unas tierras cerca del río. Unas versiones dicen que Esteban estaba arando su parcela, cuando se halló semienterrada la imagen de un virgen. En todas las versiones, la virgen tiene un color blanco y parecer ser de yeso. Otra interpretación dice que este caballero vivía a la orilla del bordo de contención del río Acaponeta, el cual era de material, cascajo y tierra, y no un malecón como el que hoy gozamos; dicen que luego de una avenida del río, este dejó un islote en medio del cauce y que en ese lugar, de entre el lodo y la arena, Esteban sacó a la virgen y la llevó a su casa, ahí a unos pasos.

Hipótesis más fantásticas alegan que fue la propia imagen de la virgen la que, caminando, encontró al hombre mientras recogía leña y luego, más adelante, a la virgen no le gustó alejarse del río y le dio por llorar, cosa que varios juran que sucedió. Algunos no tan crédulos y de muy poca fe, dicen que esa imagen era del panteón y que fue sustraída de ese lugar para engañar a la gente.

Un buen amigo me contó su punto de vista y dice que probablemente fue la radiodifusora XELH de Acaponeta la que pudo ser la mente creativa de esa historia y que durante un tiempo estuvo dando difusión a este hecho "milagroso"; que incluso cada año le promovían un festejo a la Virgen de los Pobres y la difusión de esta alegoría era continua.


Nuestra Señora de la Asunción en su templo de Acaponeta

Lo cierto, es que Esteban se llevó la imagen a su casa, la limpio, lavó y hasta pintó de color blanco más brillante y la coloreó también, o le colocó una especie de listón azul a la altura de la cintura, así de golpe y porrazo, la imagen, muy remozada ya vino a representar a la patrona del pueblo, la advocación de Nuestra Señora de la Asunción.

No queda claro donde comenzó a exhibirse --o dijera alguno, "a trabajar"-- la virgencita. Pero fue del otro lado del bordo al final de la calle Jalisco, aunque otros la ubican entre las calles Oaxaca y Veracruz, pero todos coinciden que era una vivienda muy humilde y que el señor Esteban tenía esposa y por lo menos dos hijos, varón y mujer. Después la mujer lo dejó porque él se fue con otra...pero eso no nos importa, lo interesante es lo relativo a la aparición de la virgen.


Bordo y río de Acaponeta en la actualidad, escenario
de la aparición de la Virgen de los Pobres

Estoy convencido que la fe del mexicano es enorme. Provenimos de dos pueblos o razas diferentes, cada una con creencias profundamente arraigadas y que, en ese proceso del mestizaje, unieron las disímbolas percepciones de la vida y la muerte para convertirse en una nación de inmensa fe religiosa, un maravilloso sincretismo e interesante cosmología, que estudiosos analizan concienzudamente, y, sello muy nacional, con una credulidad que a veces le resulta adversa y muy fuera de la realidad. Dijera un pensador: "...no se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo". 


En contraparte, gente como el filósofo Frederich Nietzsche, predicó: "tener fe significa no querer saber la verdad", y en este caso, en este pueblito perdido entre una protectora y siempre azul Sierra Madre Occidental y la inmensidad del océano Pacífico, para muchos la verdad era que Don Esteban solo hacía un pingüe negocio del que sacó buenos dividendos, porque la otra cara de la realidad es que había decenas, quizá cientos de personas que desfilaron frente a la imagen de la Virgen de los Pobres, a cuyos pies tenía unas canastitas de mimbre las que recibían las limosnas y óbolos de una improvisada feligresía que crecía a ojos vista, pues eran diarias y constante las visitas de la gente que se acercaba a pedirle favores a la Virgen. Testigos recuerdan que hasta paisanos llegados desde Estados Unidos, arribaban a buscar el milagrito sanador o que desaparece los problemas. Obvio, si una propina caía en las canastitas habría mayor probabilidad de éxito.


Fue tanta la notoriedad y renombre de la virgen misteriosamente aparecida que los de casa, ampliaron el servicio de pureza y comenzaron a vender bulitos de agua que la propia virgen bendecía, según ellos. El propio San Agustín expresó lo siguiente: "Todo el que cree, piensa; porque la fe, si lo que se cree no se piensa, es nula". Y acá parece que muchos pensaban de más, con mucha fe y llenaban las canastitas y hasta exvotos de oro y plata comenzaron a lloverle a la nueva reina de los pobres.


San Agustín

Por alguna razón que nadie me supo explicar, la Virgen de los Pobres y sus...digamos, sacerdotes, mudaron de domicilio, allá por la calle Querétaro frente a lo que hoy es el Instituto Educativo Acaponeta, en aquellos años el Centro de Bienestar del IMSS, donde hoy, en una casa a medio construir existe una bodega que en aquel tiempo fue la pequeña capilla de la Virgen de los Pobres, como lo prueba un rótulo sobre la puerta que indica precisamente eso, y se lee literalmente "La Vircen --así con "C"-- de los Pobres", dentro de una cúpula.



A la imagen --sospechosamente, me dijo alguien que de niño fue para allá, se le figuró una de esas pequeñas estatuas que se ven en los cementerios, pero como lo llevaba su creyente mamá, se guardó el comentario-- le construyeron una base así como con unas escalinatas donde se depositaban una gran cantidad de veladoras y, a sus pies, muy acomodadas había unas piedras que servían de ornato y daba buena imagen y presencia a la deidad.

La nueva Virgen, milagrosa y con una historia que la gente sintió cercana, creció tanto que causó malestar entre la autoridad eclesiástica oficial, y comenzaron a denostar a lo que llamaron "el falso ídolo" y hasta consiguieron publicaciones desenmascarando a Don Esteban, que por cierto, alguien me dijo que era policía judicial de aquellos tiempos. Todo, de alguna manera fue restando notoriedad entre la ciudadanía, hasta que un buen día, la imagen desapareció, alguien me dijo que se fue para el norte, probablemente a la frontera, otros que está en Michoacán, y hay quien cree que aún permanece en Acaponeta.


Ante una sociedad que siempre está llena de la esperanza de una vida mejor con un buen trabajo, de buena salud y con una familia completa y sin problemas, frente a un gobierno siempre falso, corrupto y mentiroso que poco satisface las necesidades del pueblo, y como siempre, el hilo se rompe por lo más delgado, los males rebotan con mayor fuerza entre la población depauperada y que vive en condiciones muy precarias económicamente y en el aspecto sanitario, por eso, con gran facilidad recurren a Dios, y a las deidades menores como santos, vírgenes, santones e ídolos. Imágenes como la Virgen de los Pobres, o más aún, fetiches como la Santa Muerte o el Santón Malverde, son la última oportunidad para hacer realidad la esperanza, esa que prospera bajo las condiciones más inadecuadas. Lo dijo Santo Tomás de Aquino: la fe se refiere a cosas que no se ven, y la esperanza a cosas que no están al alcance de la mano. Creo que por eso se explica la aparición de entes sagradas como esta que amenazó convertirse en uno de los íconos de Acaponeta.

Yo resumiría todo lo anterior con este breve sumario: la fe tiene razones que la razón ignora.


 

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