sábado, 28 de septiembre de 2024

DE CHILE, DE DULCE Y DE MANTECA

 


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

DE CHILE: Su servidor, amable lector, piensa que Andrés Manuel López Obrador entregará un país devastado y lleno de problemas a futuro, mismos que tendrá que resolver, sí o sí la mujer que es su creación fabricada a su imagen y semejanza, es decir, Claudia Sheinbaum Pardo. Poco a poco irán saliendo las secuelas de esa grave enfermedad que sufrió la patria y que llaman —no sin mucha alegría— “la cuarta transformación”. 

Todavía no toma posesión la Dra. Sheinbaum y ya brotan las primeras pústulas de la malhadada enfermedad: ninguna persona del gobierno o de la realeza española vendrá a la toma de posesión de la primera mujer presidente de México en 200 años. Todo ello, por las ocurrencias febriles de su macuspana majestad, quien sintiéndose el gran historiador tuvo la infeliz ocurrencia, el malhadado día del primero de marzo de 2019, de enviar al rey de España Felipe VI una carta que más que diplomática o de relaciones entre dos naciones, pareció el guion de una mala puesta en escena de aquellas carpas cómicas que provocaban la risotadas y gracejadas del “respetable”. 

Aquí reproduzco partes del texto, ojalá el amigo lector no se me atragante de la risa. Expresó AMLO y propuso al rey hispano con motivo de la celebración de los 200 años de vida independiente y casi dos siglos de la fundación de Tenochtitlán (así dijeron ellos, sin saber que la fundación de Tenochtitlán fue en 1325, esos son los riesgos de hacerse historiador patito como AMLO): 

“…que se trabaje en forma bilateral, en una hoja de ruta para lograr el objetivo de realizar en el 2021, un ceremonia conjunta al más alto nivel; que el Reino de España exprese de manera pública y oficial el reconocimiento de los agravios causados y que ambos países acuerden y redacten un relato compartido, público y socializado de su historia común, a fin de iniciar en nuestras relaciones, una nueva etapa plenamente apegada a los principios que orientan en la actualidad a nuestros respectivos estados y brindar a las próximas generaciones de ambas orillas del Atlántico, los cauces para una convivencia más estrecha, más fluida y más fraternal.”  


O sea, que el rey pida perdón a los mexicanos de hoy, por algo que sucedió hace 500 años o más. Jajajaja, de risa loca. AMLO, y ahora Sheinbaum, ignoran que en aquellos tiempos ni España era España, ni México era México.

Por ello, ahora que el gobierno de España manda una carta diciendo que es oprobioso e inaceptable que no se invite el rey español y que nadie de la península Ibérica asistirá a la toma de posesión de Claudia, sale esta, respondiendo a la misiva y con cara de “¡Qué les digo a estos canijos!” justifica las aberraciones de su divino creador y protector, alegando que España no contestó la chacota o bufonada del rey de los mexicas con estas palabras: “Lamentablemente dicha misiva no mereció respuesta alguna de forma directa como hubiera correspondido a la mejor práctica diplomática de las relaciones bilaterales”. Pregunto yo: ¿y cómo iban a contestar si estaban botados en el suelo ahogados a carcajadas por tamaña gansada?

Con pésima imagen queda la Sheinbaum, a quien se le vendrán más consecuencias por las payasadas y cuchufletas del todavía emperador de los mexicanos, muchas de ellas en el plano de las relaciones exteriores. Vaya papelón que lo tocará hacer al dilecto mexicano Juan Ramón de la Fuente.

 


DE DULCE: Cuenta una vieja historia muy probablemente judía, que Dios, llamó a uno de los profetas que vivía en el desierto, lugar donde las frutas son rarísimas y que no es frecuente su crecimiento. Al profeta le dio una semilla para que la plantara en aquel infértil lugar y le ordenó que, ya que el árbol diera frutas, la gente solo podría comer un solo fruto por día, lo cual sucedió por generaciones, promoviendo que el ecosistema del lugar se respetara, al grado tal que muchas semillas del árbol, cayendo a la tierra, dieron origen a nuevos arbolitos y un mayor número de frutos y el lugar se transformó en un verde y frondoso oasis envidia de otros pueblos. A pesar de esa nueva riqueza, la gente seguía comiendo solo una fruta por día, dado que esa había sido la recomendación del profeta y, no permitieron que los habitantes de aldeas vecinas se aprovechasen de esa gran producción, ocasionando que grandes cantidades de ese producto se pudrieran en el suelo.


Dios llamó de nueva cuenta al profeta y le dijo: “permitan que coman las frutas que quieran y puedan, además que compartan su abundancia con otros pueblos”. Alegre fue el profeta a dar aviso a los pobladores, quienes, al oír la nueva propuesta del enviado de Dios, lo corrieron a pedradas, ya que la costumbre de comer solo un fruto ya estaba muy arraigada en su mente y corazón.

Al paso del tiempo, las nuevas generaciones de jóvenes cuestionaron esa costumbre que consideraron bárbara, y como los viejos del pueblo tenía a la tradición como intocable, la juventud se alejó de la religión y de esa manera podrían comer las frutas que quisieran sin restricciones y regalar el resto de los frutos a los que necesitaban alimentos. Resultado: en la iglesia solo quedaron los que se consideraban santos, pero eran personas incapaces de percibir que el mundo a diario se transforma y que los pueblos deben de transformarse con él.


Esta fabulilla se parece mucho a lo que sucede con los gobernantes que tenemos y que presumen de una cuarta transformación, en realidad no solo no han inventado nada o esa supuesta evolución no se dio, sino que, en realidad, fue más de lo mismo, pero ahora refinado, diría yo que involucionó el actuar del gobierno que quiso ser transformador. López Obrador fue incapaz de situarse en su tiempo, mandó al cesto de la basura su propia historia como eterno candidato; no supo, cegado por su ambición y soberbia a darle vida real y sin engaños a la multicitada cuarta transformación, la que al podrirse se convirtió en una transformación de cuarta. El hombre que tuvo todo para ser el mejor presidente de México o al menos uno muy bueno, terminó siendo el bufón enfermo de poder, megalómano, arrogante, falso y corrupto, alejadísimo de la perversa realidad.

 

DE MANTECA: Hipocresía, es una palabra de raíces griegas que significan “fingimiento de cualidades u opiniones”, cosa muy común entre los políticos que tenemos que padecer y que además nos gobiernan, fingen o simulan todo tipo de acciones. Al momento de escribir estas líneas, se cumplen diez años de la masacre en Iguala, Guerrero con el drama de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa; así, los papás de esos desgraciados jóvenes intentaron llegar, en pacífica marcha, al zócalo de la Ciudad de México, pero se encontraron con que ese espacio, otrora propiedad de todos los mexicanos, hoy es el coto de una sola persona, quien, para que no lo molesten o incomoden, ha cercado con muros de metal, vallas tubulares y, de manera inusual, lo que nunca se había visto, muretes de concreto para que el pueblo —no tan sabio ni tan bueno, pero siempre jodido— no se le acerque a su macuspana majestad en el inmenso e magnífico palacio virreinal donde “modestamente” habita, símbolo inequívoco de la austeridad republicana que durante seis años pregonó en las diarias matinés. Hipocresía pura y notable falta de sensibilidad.


Es paradójico que hace seis años, a los padres de los normalistas, se les recibió en la ciudad capital con bombo, platillos, alfombra roja y mil caravanas; hasta las llaves de la ciudad les entregaron por ser huéspedes distinguidos y, un fallido sexenio después, ya engañados y llena su boca de atole con el dedo, los sufridos padres y madres de los infelices 43 desaparecidos, pues simple y llanamente, no pueden llegar, con entera libertad, a la plancha de la plaza de la “Constitución” o tuvieron que brincar esa barreras porque tienen todo el derecho a manifestarse en contra de la actuación insensible y voluble de un presidente que les prometió —en campaña por supuesto— solucionar ese conflicto que comenzó con el “copetes” Peña Nieto y, que a pesar de promesas, ofrecimientos y empeños de palabra, todo quedó igual que antes, pero con el ex procurador Murillo Karam pudriéndose en la cárcel y la tremenda desilusión de toda una nación que se tragó el cuento —uno de tantos— de que ese problema se resolvería tan solo con la fe, la propaganda y los discursos, pero no con inteligencia, compromiso, trabajo y estrategia. Así como AMLO despreció a los padres de los estudiantes de la Normal “Raúl Isidro Burgos”; también desdeñó a los padres de los niños con cáncer; a las sufridas madres buscadoras de los miles y miles de desaparecidos; a los ecologistas, a los científicos, a los activistas ecologistas protectores de la selva maya; a las mujeres agraviadas, a las propuestas de los empresarios, a las universidades, a los organismos autónomos y, por supuesto, al poder judicial. Fue este, sin duda, el gobierno de las mentiras, la insensibilidad y una abyecta hipocresía. ¡Nos saludamos en la próxima entrega amigos!

 


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