Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
DE
CHILE: Abraham Lincoln dijo alguna vez: “Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero
no se puede engañar a todos todo el tiempo”, y así estamos con los “gobernantes” de la 4T o de Morena, como
guste usted amable lector, quienes, obedientemente han seguido al pie de la
letra el legado de simulación, mentiras e insensibilidad que les dejó Andrés
Manuel Líopez Hablador, incluyendo a “nuestra”
presidenta con “A”, Claudia Sheinbaum, quien no ha podido o de plano no ha
querido zafarse al viejito “recluido” en Palenque.
Se han vuelto tan insensibles, que ya los muertos por asesinato que cunden en nuestra pobre nación, es para ellos tan normal, como ver la salida del sol por las mañanas. Precisamente donde la Sheinbaum, convocó a los gobernadores de los estados para tratar el tema de la seguridad, reunión a la que asistieron 30 de los 32 gobernadores, en Acapulco, Guerrero, asesinaron al magistrado Román Pinzón, justamente en el puerto guerrerense, en ese estado donde se dice que “gobierna” otra títere de la transformación de cuarta, la hija del violín Félix Salgado Macedonio, la inútil Evelyn Salgado, y nadie se conmueve, nadie lo ve como algo grave, es un asesinado más en la larguísima relación de hombres y mujeres masacrados en el país.
Uno más que se suman a los 200 mil que dejó el caudillo macuspano, y que, para él, no eran nadie, no sucedía nada, todo estaba bien. AMLO simuló atender el problema de la inseguridad en el país, en una idiota estrategia de “abrazos, no balazos” y que dejó como resultado que el país esté siendo gobernado por el crimen organizado y los muertitos sigan cayendo como moscas fumigadas, de hecho, en los poquito más de dos meses que lleva Claudia en el poder, ya suma, en su gobierno 2,564 mexicanos asesinados y, como su predecesor, organiza todos los días, muy temprano una reunión con el gabinete de seguridad y, yo creo que solo se dedican a tomar un cafecito y comentar los resultados del fútbol, porque de seguridad nanay, no hay resultados visibles.
Ahí, en Acapulco, la presidenta expresó claramente con respecto a la seguridad en las entidades del país: “Las y los gobernadores deben asumir esa responsabilidad. Con todo respeto, ahí donde el gobernador no está presente, se nota. No es suficiente con atender un día a la semana, hay que estar diario”. Eso lo dijo, teniendo a tan solo diez centímetros de distancia a la tal Evelyn Salgado quien dizque gobierna un estado completamente en manos de la delincuencia. Ahí, justo en la capital de ese estado, Chilpancingo, al presidente municipal, con tan solo dos días de haber asumido la presidencia, fue asesinado y decapitado dejando su cabeza, sobre el capacete de su auto. Eso dijo la Sheinbaum, teniendo también, a unos dos o tres metros, a Rocha Moya, virrey de Sinaloa, una entidad completamente perdida.
De pronto, la presidenta da muy leves visos de independizarse y tomar decisiones sin que pasen por el cedazo tabasqueño, pero, esas acciones como la “Operación Enjambre”, al parecer fueron “flor de un día”. No nos queda a los ciudadanos, seguir señalando a los sumisos gobernantes de la 4T sus garrafales errores, sus demagógicas propuestas y desenmascarar tanta mentira y, no convertirnos en lacayos de Morena, como los legisladores de ese partido, todos ellos, una vergüenza nacional.
DE DULCE: He vuelto a oír, en estos días del “claudiato” que seguimos odiando a españoles y en particular a Hernán Cortés, que, a lo largo de más de 500 años, ha sufrido cualquier cantidad de ataques y acusaciones. Cortés, como lo pintó y lo describió Diego Rivera: “deforme, jorobado, sifilítico y contrahecho”, es el más maldito de la historia nacional —sobre todo la historia de la transformación de cuarta—.
Pero, seamos sinceros, ese trinche nacionalismo trasnochado, en realidad es odio a nosotros mismos, los mexicanos no nos queremos, y es que, la historia, bien dicen, la hacen los vencedores. Y los vencedores de hoy son Morena y su caudillo Líopez Hablador, quien, como presidente se las dio de gran historiador y ha querido hacernos creer a todos, que los mexicanos de hoy, somos los mexicas o aztecas de ayer, y que, al llegar los “conquistadores” españoles, nos arrebataron el futuro; lo cual no deja de ser una soberana tontería. Primero, no éramos mexicanos y México no existía… ¡Vamos!, tampoco existía España. Así de fácil, así de complicado. AMLO nos acostumbró —y muchísimos lo creyeron— a que la historia de México, estaba llena de odios, enemigos y conflictos del pasado. En su afán por polarizar y dividir a la nación, se inventó una historia a modo, donde por supuesto, los españoles eran los más malos entre los malditos y los pueblos originarios —como si hubieran sido un solo pueblo— los buenos de la película y además sus víctimas.
La cuarta transformación, sigue empeñada —y así lo ratificó la presidenta Claudia Sheinbaum— en que España, nos pida perdón por algo que sucedió hace más de cinco siglos, haciéndonos creer a los mexicanos de hoy que ellos, los europeos llegados aquí en 1519 comandados por Hernán Cortés, “nos” robaron el oro, “nuestros” dioses, “nuestra” lengua, “nuestra” arquitectura y “nos” esclavizaron. Ellos, Morena y sus aliados, pero sobre todo AMLO, nos quieren hacer creer, que, en aquella época, “éramos” un solo pueblo y cohabitábamos en el mismo tiempo: mexicas, mayas, tlaxcaltecas, toltecas, teotihuacanos, olmecas, popolucas, tzeltales, cholultecas, purépechas, texcocanos, zempoaltecas, y hasta chichimecas. Que, al caer Tenochtitlán, cayó y sigue derrotado México. ¡Vaya sandez! Porque México no existía, ni nosotros los mexicanos.
Ante tanta maldad —y no me
refiero a la maldad hispana, sino a la del tabasqueño emperador— no nos queda
más que empezar a estudiar y difundir la historia con otra visión; ni siquiera
buscar la verdad de la historia, porque esa tampoco existe. Hacemos mal, los
mexicanos de hoy —ahora sí mexicanos— en consumir “los otros datos” de Líopez, ya digeridos y tragarnos esos cuentos
de la superioridad azteca. Esos pueblos indios que mencioné arriba, en su gran
mayoría fueron felices cuando vieron caer a los mexicas, que los tenían
sojuzgados.
Hace mal la presidenta Claudia
Sheinbaum, en empeñarse en repetir las mismas tonterías de su creador, esa
historia de odio y de eterna derrota solo nos hace un daño enorme a los
mexicanos. La historia es mucho más que las ocurrencias de un emperador frustrado
y lleno de rencor. Ya lo dijo un pensador: “Si la historia la escriben los que
ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera”. Líopez es tan
solo una coma, en la magnífica historia nacional. Además, nosotros —ahora sí,
nosotros— fuimos los que ganamos. ¿No nos independizamos en 1821?
En aquellos tiempos de finales de los años 70 y principios de los 80, del ya lejano siglo XX, se organizaban tres bailes en esa fecha: esta del Hotel Plaza, otra en el Astoria Club, y finalmente en el salón de la Nicolás Bravo. Y sin querer ser clasista —qué por supuesto no soy—, así se dividía la sociedad acaponetense de la época, lo cual me recordaba aquella telenovela que producía Telesistema Mexicano —cuando aún no era Televisa— y que se llamaba “El Medio Pelo”, del genial dramaturgo Antonio González Caballero y que dividía a la población en tres grandes grupos sociales: los acomodados, eran el terciopelo; la clase media, que venía ser precisamente “el medio pelo” y la clase económicamente más dañada, que González Caballero, llama “la pelusa”. Entonces, el “terciopelo” iba al Plaza, el “medio pelo” al Astoria, y “la pelusa” al salón de mutualista “Nicolás Bravo”.
Hoy esos bailes, solo son
recuerdo como los mismos salones donde todos bailábamos al ritmo que nos traían
Nacho Millán o Chava Corona con sus sensacionales orquestas. El hotel Plaza,
hoy es una nueva tienda de novedades con el pomposo nombre gringo de “Waldo´s”;
el Astoria, abandonado a su suerte, espera su triste destino del colapso. Y el
salón de la Nicolás Bravo, también ya vio pasar sus mejores tiempos.
Me gusta la frase de Gustave
Flaubert que dice: “Me gusta rodearme de
recuerdos, de igual modo que no vendo mis trajes viejos. A veces subo a verlos
al desván donde los guardo y recuerdo los tiempos en que aún estaban nuevos y
en todas las cosas que hice cuando los llevaba” … ¡Nos leemos hasta la
siguiente entrega, amables amigos!
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