Don Margarito, un hombre que vendía agua de cebada en su natal Acaponeta, y que para deleitar a su clientela contaba fantásticas historias producto de su desbordada imaginación, era además de ingenioso, muy buen comerciante ya que su manera de vender agua de cebada era bastante "sui generis" y no solo por las historias que contaba sino por qué no dejaba ir ningún cliente ya que contaba con vasos de todos los tamaños con el fin de adaptarse a todos los presupuestos, había vasitos desde media onza, hasta enormes vasos para los más "gargantones" por tanto los precios iban desde un centavo hasta lo que costara la tinaja completa. Margarito, un hombre ya entrado en edad, color blanco de ojos azules y no menos de un metro ochenta centímetros de estatura, encorvado pero todavía visiblemente fuerte, apenas comenzaba a instalarse y ya la gente se paraba a su alrededor, decía Margarito: ayer salí muy temprano de mi casa, me fui al monte a cazar venado con mi viejo rifle, de esos que se retaca la pólvora con una varilla, creo que les dicen "mecheras", al llegar a una laguna que veo a un venado tomando agua, ni tardo ni perezoso le apunté y ¡pum! Disparé. De pronto que me doy cuenta que no había sacado la varilla del rifle, el venado cayó muerto al instante, atravesado por la bala y por la varilla, la bala le dio en el mero corazón, y la varilla le atravesó el pescuezo, al salir yo a recuperar la varilla al otro lado de la laguna, antes de llegar al árbol donde estaba incrustada la varilla, escuche como que aplaudían, !ah jijos¡ y quien me aplaude me pregunté, pues no era otra cosa más que cuando disparé, la varilla salió en vuelo directo hacia el venado, lo atravesó, así como la laguna, pero al pasar por la laguna, entro al agua y paso llevándose cuatro mojarras de más de un kilo y al moverse entre sí, se escuchaba como que aplaudían, este es mi día me dije, ni tardo ni perezoso jalé la varilla para arrancarla del tronco del árbol donde estaba enterrada y cuál fue mi sorpresa que empezó a brotar miel del agujero, había dado con un panal entonces que saco una bolsa que llevaba y recogí la miel que la naturaleza tan amable me regalaba, cuando guardé la bolsa con miel, me dispuse a limpiarme las manos con un poco de hojarasca seca que había por ahí y menuda sorpresa me voy llevando, al agarrar las hojas, también pesco a un conejo por las orejas, lo metí al morral y regrese bien contento a mi casa con venado, mojarras, miel y conejo. ¡Agua de cebada! Continuará…
EL (LA) RIVAL MÁS DÉBIL
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Por* Enrique HERNÁNDEZ QUINTERO*
Si a los políticos (dentro y fuera de MORENA) le dieran la oportunidad de
escoger al adversario más cómodo para la gub...
2 comentarios:
era mi bisabuelo! jajaja me hubiera gustado escuchar sus locas historias
es mi bisabuelo! me hubiera encantado escuchar alguna d sus locas historias
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