SEGUNDA PARTE
Por: JUAN MANUEL ESTARRÓN
La introducción de la entrega anterior sigue siendo válida para la presente y las que eventualmente pudieran publicarse, cuando hablamos de un nuevo destino turístico que guarda una historia poco común porque aparte de su zona arqueológica, tema que reservamos por su importancia, también el lugar tuvo su origen en una hacienda ganadera fundada en el s. XIX (siglo diecinueve) perteneciente a españoles; pero finalmente un movimiento agrarista de principios de los setenta logró la primera dotación de tierras de mil hectáreas para 98 ejidatarios fundadores.
Sería por esa época que comenzamos a darnos cuenta de la existencia de una extensa zona arqueológica cuando la Secretaría de Obras Públicas comenzó a sacar concha almejera de los cerros diseminados por el monte “dulce” con la que recubrían los caminos y el tramo desde el puente de La Barra a la playa. Con cada nueva excavación descubrían osamentas, alfarería y utensilios como hachas de piedra, puntas de obsidiana, malacates y bolas de barro; a estos hallazgos no les daban importancia o quizá eso simulaban para no llamar la atención de las autoridades y así evitar que les suspendieran los suministros del material abundante y tan a la mano.
Luego al abrir las tierras al cultivo, los ejidatarios preferían regalar aquéllos conchales para ampliar la superficie de siembra; encima de esto las rastras de arado se encargaban de revolver la concha con el suelo y sepultar lo poco que quedaba. Aunque en algunas partes de la isla no fue arrase total ya es difícil rescatar vestigios arqueológicos, pero quedó demostrado que en el pasado esta zona fue habitada por una cultura no tan “bárbara” que ingeniaron cómo acarrear grandes volúmenes de concha desde una distancia de tres o cuatro kilómetros; al menos que la orilla del mar haya estado en otro lugar.
Al tiempo, cuando nuestros sabios constructores de caminos se dieron cuenta de que la concha de almeja no era compactable por su dureza, probaron con la concha de ostión y los resultados fueron satisfactorios; entonces se echaron encima de todos los cerros que había por la ribera sur de la bahía, no solamente los de Obras Públicas. Por ese tiempo la empresa inmobiliaria “El Delfín” ponía a la venta anticipada terrenos “urbanizados” y lo único con que contaban los fraccionamientos eran terraplenes de concha en lotes y calles, su boca era medida para disponer de las cantidades necesarias; hasta se dieron el lujo de compactar todo el perímetro de una laguna (Los Mezcales) que no es muy grande, pero tampoco pequeña.
Pero el acabóse mayor sobrevino cuando nuestra zona arqueológica se convirtió en exportadora de materia prima para el centro ostrícola de Boca de Camichín. Con el permiso de no sabemos de quién o quiénes, cargaban camionetas y “rabones” con concha a granel o en sartas. Los pobres desempleados de San Cayetano y El Roblito se ponían felices por ganar cinco pesos nada más por agujerar 20 conchas y ensartarlas en una piola; este saqueo duró algunos años hasta que paró oreja el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a tanto dale y dale con nuestras denuncias, con la mala noticia que llegó un poco tarde al lugar del crimen.
Poco antes de llegar al ejido El Roblito-San Cayetano se lee en una palmeta colocada por personal del INAH-Nayarit: “CUIDADO, PATRIMONIO DE LA NACION, SITIO PROTEGIDO POR LA LEY FEDERAL SOBRE MONUMENTOS HISTORICOS Y ZONAS ARQUEOLOGICAS, ARTISTICOS E HISTORICOS. CUALQUIER DAÑO, DESTRUCCION, TRAFICO ILICITO O EXPLORACION SIN AUTORIZACION DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA ¡DENUNCIELO! AL CENTRO INAH-NAYARIT O A LOS TELEFONOS 01(311)216 30 20 Ó 216 20 38, O ACUDIR CON LAS AUTORIDADES CIVILES O MILITARES MAS CERCANAS”.
Como puede apreciarse en la foto el letrero está al inicio de un socavón de unos ocho metros de ancho por otros doce de fondo hasta topar con el agua. Si promediáramos la altura que tuvo el cerro en 4 metros, aproximadamente de ahí extrajeron unos 380 metros cúbicos de conchas. Ahora, si con este mismo método sencillo se intentara cuantificar la extracción total aproximada con un más o menos, arrojaría una cantidad importante que nos deja mal parados a todos: a unos por delincuentes y a otros -la mayoría- nos convierte en cómplices por ignorancia, negligencia, omisión o conveniencia.
Sin embargo, pese al enorme saqueo, esta zona arqueológica aún conserva un atractivo extraordinario porque se encuentra entre manglares y cubierta en parte por algunas especies de árboles que presumiblemente fueron introducidos por el beneficio que prestaban; uno de ellos es el pochotl o pochote, árbol parecido a la Ceiba y cuyo fruto en vaina alargada produce una fibra blanca similar al algodón. No sería remoto que los aztecas lo usaran para torcer hilos y cuerdas para redes de pesca con la ayuda de malacates, ruedas de piedra o barro muy abundantes entre los conchales de almeja.
Entonces, el paso y estancia de alguna cultura por El Otatito y Los Vientos (San Cayetano) ya no está a discusión, ya que ambos lugares se encuentran en la ruta natural de las primeras migraciones, a saber: Teocolhuacán (Culiacán), Chiametlán (Chametla), Ixcuinapan (Escuinapa) y Tiacapan (Teacapán), todos en el Estado de Sinaloa. Por lo que se deduce esa cultura debió ser de origen azteca y para ubicarnos mejor citamos al historiador acaponetense Néstor Chávez Gradilla quien escribe:
“El profesor Alfonso Rivas Salomón cree firmemente y así lo expresa, que la región comprendida entre San Felipe Aztatlán y la antigua Hacienda de San Cayetano, también municipio de Tecuala, existió el “Aztlán” de los aztecas, ya que, como muchas otras personas también lo afirman, éste es un lugar en el que hay una gran abundancia de garzas” (Breve bosquejo histórico descriptivo de la ciudad de ACAPONETA y de los pueblos y lugares circunvecinos del norte del Estado de Nayarit: Néstor Chávez Gradilla).
Entonces, de ser cierta esta hipótesis seríamos la verdadera Cuna de la Mexicanidad, y punto. Para comentarios o recordatorios, por favor al Movi: 3461040253.
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