jueves, 14 de junio de 2012

COLUMNA HUESPED..."PRIMAVERA AL FIN"

  
Por: Denisse Dresser

Bertolt Brecht pregunta si en los tiempos oscuros habrá canto, Y responde: "Sí. Habrá el canto sobre los tiempos oscuros". El canto joven que comienza en Santa Fe se escucha en el Zócalo, llega hasta el Ángel de la Independencia, cobra fuerza en la Estela de Luz, cobra claridad frente a las instalaciones de Televisa.

Un canto de combate al estoicismo, la resignación, la complicidad, el silencio y la impasibilidad de tantos; razones por las cuales un país tan majestuoso como México ha sido tan mal gobernado. Marchan con la boca abierta: demandando, exigiendo, confrontando. Hablando bien de los ríos claros y transparentes, pero hablando mal de los medios opacos y tramposos; hablando bien del país pero hablando mal de quienes se lo han embolsado.


Marchan entendiendo que el oficio de ser un buen ciudadano parte del compromiso de llamar a las cosas por su nombre. De descubrir la verdad aunque haya tantos empeñados en esconderla. De decirle a los manipuladores que lo han sido; de decirle a los abusivos que deberían dejar de serlo; de decirle a quienes han expoliado al país que no tienen derecho a seguir haciéndolo; de mirar a México con la honestidad que necesita; de mostrar que somos mejores que nuestra clase política y no tenemos los medios que merecemos. De vivir anclados en la indignación permanente: criticando, proponiendo, sacudiendo. De alzar la vara de medición. De convertirse en autores de un lenguaje que intenta decirle la verdad al poder, con pancartas que dicen "Voto mata copete", "Televisa te idiotiza, TV Azteca te apendeja". Porque, como lo advertía Martin Luther King, hay pocas cosas peores que el apabullante silencio de la gente buena. Entienden que ser ciudadano a ciencia cierta es saber que la obligación intelectual mayor que tienen es rendirle tributo a México a través de la crítica, a través de la protesta.

Hay un gran valor en la primavera mexicana, en el espíritu de oposición permanente y constructiva versus el acomodamiento fácil. Hay algo intelectual y moralmente poderoso en disentir del statu quo. El valor de enfrentar a televisoras chantajistas y los políticos que encumbran. El valor de decir "así no" a un resultado electoral que parece predeterminado por fuerzas más allá de nuestro control. Por ello se vuelve imperativo criticar la colusión, defender la transparencia, retar a la autoridad a rendir cuentas. Por ello se vuelve fundamental seguir denunciando las casas de Arturo Montiel y los abusos de Atenco y los feminicidios en el Estado de México y los abusos de Carlos Romero Deschamps y el escandaloso Partido Verde.

Se trata –marchando– de mantener vivas las aspiraciones eternas de verdad y justicia en un sistema político que se burla de ellas. Se trata –marchando– de jugar un papel puntiagudo, punzante, cuestionador. Se trata –marchando– de hacer las preguntas difíciles, confrontar los hechos aparentemente consumados, demostrar que el país ha cambiado y que habrá que gobernarlo de otra manera. Representar a las personas y a las causas que muchos preferirían ignorar. Aspirar a ciertos estándares decentes de comportamiento de parte del Gobierno. Saber que la violación de esos estándares debe ser detectada y denunciada: con pancartas, con demandas, con propuestas, con un contexto de exigencia que los jóvenes están dispuestos a crear.

Quienes han tomado las calles de manera entusiasta están intentando resistir las imágenes convencionales, las narrativas oficiales, las justificaciones circuladas por televisoras poderosas o candidatos que los han impulsado. Buscan desenmascarar versiones alternativas y desenterrar lo olvidado. Forman parte del incipiente equipo de rescate de un país secuestrado por gobernadores venales, líderes sindicales corruptos y duopolios rapaces. No perciben la realidad como un hecho dado, inamovible, incambiable, sino como una situación contingente, resultado de decisiones humanas. La crisis del país se convierte en algo que es posible revertir, que es posible alterar mediante la acción decidida y el debate público intenso. La crítica se convierte en una forma de abastecer la esperanza en el país posible.

Y por ello mi reconocimiento a los que desde las calles ejercen a cabalidad el oficio de la ciudadanía crítica. A los que alzan un espejo para que un país pueda verse a sí mismo tal y como es. A los que dicen "no". A los que resisten el uso arbitrario de la autoridad. A los que asumen el reto de la inteligencia libre. A los que piensan diferente. A los que declaran que el emperador está desnudo. A los que se están involucrando –desde la UNAM, el ITAM, el Tec de Monterrey, el Politécnico y muchos sitios más– en causas y en temas y en movimientos más grandes que sí mismos. A los que en tiempos de grandes disyuntivas éticas no permanecen neutrales. A los que se niegan a ser espectadores de la injusticia o la estupidez. A los que critican a México porque están cansados de aquello que Carlos Pellicer llamó "el esplendor ausente". A los que cantan en la oscuridad porque es la única forma de iluminarla.

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