jueves, 16 de agosto de 2012

EL MEXICANO: UN PUEBLO A TODAS MARGARITAS



Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

En alguna ocasión comenté que en una plática entre amigos mexicanos se hallaba presente un argentino; los nacidos en la tierra del nopal y la tuna, parecía que estaban enfrascados en un debate para ver quien hablaba más mal de México: que si el presidente y los políticos tenían arruinado a la nación; que si la flojera e ignorancia que nos caracteriza nos hace del tercer mundo; que si Virgen de Guadalupe nos había abandonado por ser todos elementos gachos; que si Aguirre, en ese entonces seleccionador nacional y su triste equipo eran una vergüenza, que si la mujer más horrible del mundo, era la causante de la pésima educación que sufrimos todos; que si el crimen organizado, que si Carlos Salinas de Gortari, que si el Peje, que si los panistas, que si los priistas, que si patatí, que si patatá. Al final todos coincidieron que México era un desastre, nadie, repito todos mexicanos, se tocó el corazón para dar una cal entre tantas de arena.
El argentino, que repito, se encontraba ahí invitado por otro, los dejó hablar y al final les comentó que para él, este país era maravilloso y que a él le debía la vida. Explicó que años atrás había tenido un accidente carretero en un paraje despoblado, que la situación había sido muy grave; y él y su familia, estuvieron en inminente peligro de muerte; el "ché" comentó que no sabe cómo, pero de todos lados comenzaron a llegar personas dispuestas a ayudarlos, no solo a chismear y verlos desangrarse, sino sinceramente a colaborar, y que en segundos, todos, él y su familia, estaban arriba de una ambulancia rumbo a los servicios de emergencia, hasta de la nada salió una señora y les ofreció un crucifijo, pues la ayuda divina no debe menospreciarse; grupos de hombres, los sacaron con herramientas hechizas de los fierros retorcidos del vehículo; dijo el argentino que incluso alguien les ofreció pan de dulce a los niños, dizque para el susto.
Total, fue en ejemplar trabajo en equipo, fraternal y muy humano que salvó la vida, en México de un extranjero para ellos desconocido. Por eso, dijo el pampero: amo a México, pues en Argentina, me familia y yo hubiéramos muerto, pues no existe esa solidaridad.
Esto me llega a la mente, por lo que de manera curiosa me sucedió hace unos días abordo de un autobús con destino a la ciudad de Tepic y que me indica que los habitantes de esta tierra cora son generosos también. Íbamos todos los viajeros viendo un película, muy buena por cierto, donde en un escena, y la remarco porque es importante en este comentario, un joven adolescente se le pasó de la hora que regularmente marcan los padres a sus hijos para llegar a casa y desesperado corre detrás de un camión urbano en ruta hacia su vivienda, sin embargo, aunque llegó a las puertas mismas del vehículo, el chofer, muy mala leche por cierto, no solo no le abrió las portezuelas, sino que aceleró dejándolo al chico a su suerte en medio de la calle y de la noche. 

Minutos después de esa escena de la película, el camión donde veníamos, paró para bajar pasaje en uno de tantos cruceros que hay entre Acaponeta y Tepic. Un señor, ciertamente apurado pidió permiso "para tirar el agua" --así lo expresó--, a pesar de que no había baños en medio de la carretera, aunque eso sí, mucho monte y unos trailers estacionados que ocultaban la acción del necesitado. 

Al mismo tiempo un "trovador" de esos que andan de autobús en autobús ganándose la vida con algunos mal entonados pero sinceros palomazos, pidió permiso para obtener unas monedas. El chofer pudo decir que no a ambos, al señor que deseaba orinar y vio la oportunidad en la parada del autobús y al cantor que en ratos pueden ser hasta molestos; pero no, el chofer permitió al amigo de la vejiga llena, satisfacer su necesidad y hasta bromeó con un señora que inocentemente preguntó que si ella hubiera tenido ganas, cómo tendría que hacer para realizar lo mismo. Entre las risas de todos, se subió el guitarrista, con la advertencia del chofer de que solo cantara un par de rolas porque veníamos viendo una película. Al final lo esperado, el juglar cantó feo pero mal sus dos permitidas canciones y se ganó algunas monedas; el señor orinó, sino a gusto, al menos orinó, se reanudó la película y a muchos nos quedó la convicción, de que somos los nacidos en esta tierra gente amable y generosa, y que, cosas como esta que les acabo de narrar, solo suceden en México. Esta anécdota que puede parecer muy simple y hasta prosaica, es una realidad, como la de ayer, cuando a un costado de la casa de todos Ustedes, se registró un incendio con los vecinos y de inmediato, toda la gente del barrio acudió en auxilio de los amigos, que por cierto no estaban en casa, y apoyaron a los bomberos y socorristas, en un esfuerzo conjunto que finalmente sofocó el fuego y luego se solidarizó y apoyó a los propietarios que llegaron y se llevaron la sorpresa de su vida, esto habla de que no estamos solos, nos socorremos unos a otros, y como dicen los chavos somos buena onda los mexicanos, tal como dijo el argentino y que finalmente los malos del país, están sentados en cómodas y mullidas curules, pensando en cómo diablos acabar con lo que nos queda de patria o tomando decisiones equivocadas en perjuicio de millones. 

Pero sin duda, el resto que somos mayoría vivimos como los que salvaron al amigo argentino o el chofer que permitió en su camión lo que amablemente le solicitaban. ¿Usted que opina?

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