Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Tratar de, en breves minutos, hacer una apología a la labor que realizan los profesores que han tenido a bien dedicar buena parte de su vida a la nobilísima tarea de integrar niños y jóvenes con capacidades diferentes a la educación regular, es sin duda quehacer imposible, porque más allá de los conceptos, apreciaciones y puntos de vista que cualquier autor pudiera tener sobre el tema, los alcances de su obra, van mucho más allá de lo que percibimos a simple vista. Puedo conjeturar y solo de lejecitos, el corazón que se requiere para enfrentar los retos que supone una empresa tan solidaria, como esta de integrar, de incluir dicen ellos, a jóvenes que tienen ciertas capacidades
Tratar de, en breves minutos, hacer una apología a la labor que realizan los profesores que han tenido a bien dedicar buena parte de su vida a la nobilísima tarea de integrar niños y jóvenes con capacidades diferentes a la educación regular, es sin duda quehacer imposible, porque más allá de los conceptos, apreciaciones y puntos de vista que cualquier autor pudiera tener sobre el tema, los alcances de su obra, van mucho más allá de lo que percibimos a simple vista. Puedo conjeturar y solo de lejecitos, el corazón que se requiere para enfrentar los retos que supone una empresa tan solidaria, como esta de integrar, de incluir dicen ellos, a jóvenes que tienen ciertas capacidades
disminuidas o que de plano, vamos a decirlo así con la supina ignorancia que tengo o tenemos el grueso de la población; con capacidades diferentes con las que estamos dotados.
La humanidad que demuestran cada vez que llegan al aula de clase, a la oficina o en las gestiones que realizan a favor de los menos favorecidos, son acciones que requieren de materia prima que no cualquiera posee. Pero eso en realidad esto carece de importancia, porque la bondad es un lenguaje que el sordo puede oír y el ciego puede ver.
¿Qué aprende un chico con capacidades diferentes? Ellos nos lo podrán decir en cualquier rato, pero lo verdaderamente trascendental es que, lo maravilloso de aprender algo es que nadie puede arrebatárnoslo, se va con nosotros hasta la otra vida.
Hago un personal homenaje, como ciudadano, como padre de familia, como miembro de esta comunidad, como testigo invisible de su pesada labor, a la monumental tarea de aprender para adentrarse en el sentimiento y la problemática de una persona que tal vez no ve, con los ojos, pero escudriña con el corazón; de alguien que quizá no oye con el oído, pero escucha con el alma. Y aquí yo me pregunto ¿Cómo ganarle a la decisión de Dios? ¿Cómo enfrentar a la madre naturaleza que en mal momento le negó a una personita todas sus facultades y que desde luego tiene el inalienable derecho de estudiar y formarse con los compañeros de la edad?
Por supuesto lo verdaderamente admirable y que hay que recalcar con letras de oro, es la voluntad de estos jóvenes que tiene que hacer doble esfuerzo y no arredrarse ante el revés que les jugó el destino. Más que el brillo de la victoria, porque hay que decirlo con todas sus letras, ellos son triunfadores, nos conmueve la entereza que llevan en el pecho ante la adversidad.
La única discapacidad es no saber cómo ser feliz, dijo alguien por ahí y estos chicos nos enseñan la facilidad con que se puede ser dichoso aún en la desventaja. Es envidiable la tarea que a diario llevan a cabo, ya que compartir con un niño lo que alguna vez nos deleitó, ver que el goce del infante se suma al nuestro, eso es felicidad y el mundo se llena de color.
Con la fortuna de poder ver, alguna vez leí aquel pasaje del Principito de Antoine de Saint-Exupery, donde el ladino zorrito le da una enseñanza de vida cuando le soltó la frase, hoy grabada en mi mente y seguramente en la de muchos otros: "Solo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible para los ojos".
Gran mérito es haber decidido en un espacio de vida en un momento sublime de lucha interna, seguir la honrosa profesión del magisterio, pero es generoso y hasta les daría su servidor si pudiera, algún título de nobleza haber seguido la ruta de la educación especial. Las grandes almas tienen voluntad; las débiles sólo tienen deseos. Los maestros de Educación Especial, tienen voluntad y deseos…
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