(Presidente de la Asociación de Cronistas e Historiadores de Nayarit y Cronista de Amatlán de Cañas)
Oscar Luna Prado |
Hoy entre un cúmulo de documentos y fotografías viejas, me he encontrado con las imágenes del revolucionario de Amatlán de Cañas, éste que defendió a sangre y fuego los ideales del movimiento cristero.
Frente a él surgen infinidad de preguntas, que un aprendiz de historiador puede hacerle a este personaje tan emblemático y a la vez desconocido como lo fue Lorenzo Arreola.
Y señalo esto por lo que se gesta en esta época, los recordatorios de moda: el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución. Él hacer hablar a los documentos y las fotografías es un trabajo titánico, pero sobre todo de destreza, que perdonando el atrevimiento y la memoria del personaje en cuestión trato de hacer más adelante.
Lorenzo Arreola Contreras, nombre de este personaje de la revolución y la guerra cristera, vivió y se desenvolvió en el territorio de Nayarit y algunos municipios vecinos de Amatlán de Cañas.
Escuchemos por boca del personaje la voz virtual, la cual nos narra sus ideales.
Nací el 10 de agosto de 1890, en la ranchería llamada Hacienda Vieja, la cual pertenecía al poblado de San Marcos, Jalisco, mis padres fueron José Arreola y Elena Contreras; fui registrado en la parroquia de Amatlán de Cañas, donde mis padres adquirieron una propiedad, ahí fue donde me críe, entre los surcos, el ganado y la pobreza. Pero seguimos teniendo trato con los de la Hacienda Vieja, por cuestiones de trabajo y relaciones familiares de mi madre.
Desde muy chico, estuve frente a la yunta de bueyes sembrando y cosechando lo que nos daba la tierra.
Trabajé como arriero para ganarme el sustento, en esta labor tuve la fortuna de conocer gente, caminos y las necesidades de aquellos tiempos.
Cuando estalló la Revolución, tenía 20 años cumplidos y me llamaba la necesidad de apoyar este movimiento en Mascota, Etzatlán e Ixtlán del Río, conocí a personas que cambiaron mi rumbo; como al Padre Justo Barajas, quien me motivaba para continuar los ideales revolucionarios; en Etzatlán tuve trato con los trabajadores de las minas, las que estaban en la sierra y eran propiedad de extranjeros, de “gringos”. Todo esto me motivó para que apoyara a mi General Carranza.
Entre la revuelta armada, me casé con María del Carmen León, el 31 de enero de 1915 en Amatlán de Cañas. Iba y venía, de un pueblo a otro, de Jalisco a Zacatecas, luego nos internamos en nuestra tierra Nayarit.
Fui testigo cuando mi General Carranza, dio su venia para formar el Estado de Nayarit, y conocí a personas de mucho peso político de Amatlán que llegaron a influir como primeros diputados en Nayarit.
Al termino de la Revolución, me dedique a mi familia, pero seguíamos siendo muy pobres, que a veces poco comíamos, pero no dejé de trabajar mis tierras, y “arrancaba” para la sierra o las veredas llevando mercancías a muchos lados.
En Amatlán hacíamos este trabajo Tomás Gómez que en todas partes conocían como Tomasón, un hombre muy sencillo que se ganaba la vida de arriero y también de lo que se podía.
El pueblo era chico y la gente muy pobre, el dinero lo tenían pocas familias y la que vivían en Etzatlán. Me decía mi gente que por qué no nos íbamos de aquí, que nunca íbamos a salir de esta pobreza, pero tenía fe en que algún día cambiarían las cosas y me aferré a mi tierra, a mi gente, a los ideales de la Revolución.
Fue entonces cuando el Padre Librado Tovar, llegó como Cura a Amatlán dándonos ánimos a seguir adelante. Al año siguiente de que el Padre Librado se estableció, estalló la Cristiada en el país, pero más se vio en Jalisco y aquí en Amatlán.
Tuve que armarme de valor y de municiones de donde se podía para enfrentar a los enemigos de la Iglesia. Una noche cuando estuve a solas con mi mujer, le pedí no se mortificara por mi, que la Revolución no había cambiando en nada a esta gente, y que lo que estaba haciendo el gobierno era quitarnos lo único que nos quedaba, la fe en Dios.
Mis hermanos Severo y Agustín, fueron los primeros en apoyarme y claro que los Padres Librado Tovar y Justo Barajas también.
Has de saber que Amatlán esta en un pozo, y que en la Loma muy cerca de la iglesia se construyó en este tiempo un Fortín, que era la fortaleza de los soldados que venían de Ixtlán para defenderse y atacarnos. Dimos guerra y nunca tregua a los “malnacidos pelones”. Entre los corrales de las casas nos comunicábamos y gente en esos días no salía para nada, pero nos apoyaba en darnos alojo y comida, en informarnos y curarnos.
Dimos batalla, no sólo en Amatlán, nos las arreglamos para ir a apoyar a los de Etzatlán, San Marcos, Guachinango, Mascota e Ixtlán del Río. Eso era lo que hacíamos para defender a “Cristo Rey”, para que los templos se abrieran y oficiaran las misas, para que los Padres estuvieran libremente dándonos la comunión.
Pero el año en que las cosas estaban de color de hormiga, fue en el 1928, logramos sitiar a los pocos soldados que se encontraban dentro de la Presidencia Municipal por una semana, pero la guarnición de 46° Regimiento de Ixtlán, llegó para darnos la batalla. Fueron pérdidas humanas, mucha sangre, la gente no salía de sus casas y además se encontraban asustados por la matazón que se hizo.
Nos retiramos de la plaza, pero esa batalla a esos “pelones”, los dejó bien marcada.
El gobierno y los Obispos, dicen que llegaron a un acuerdo para terminar con tanta muerte, y pasó como en años anteriores los que pagamos estas guerras somos los campesinos, los pobres, a los que con las patas rajadas aramos el campo y recibimos pura pobreza.
Estando en una ranchería llamada Capomo Mocho, muy cerca de San Felipe de Hijar, pertenecientes al pueblo de San Sebastián del Oeste; fui asesinado por la espalda por Pablo Meza, por unos pesos pagados por Calixto Velarde, me traicionó y ofendió la causa.
Como puedes notar, la guerra Cristera se terminó conmigo o sin mi. Los ideales son los que mueven las masas, nosotros somos en conducto para realizarlo.
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