Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Si me lo hubieran contado, estoy seguro que habría dudado de su veracidad, pues eso de implementar en el país una "República Amorosa" me suena a telenovela de Corín Tellado y no una propuesta "seria" de un candidato a la presidencia de México. O quizá no, puesto que es otra "ocurrencia" del inefable Andrés Manuel López Obrador, quien por arte de la magia política que luego salta de las chisteras y mangas de los ágiles chamanes mexicanos, es de nueva cuenta candidato de la izquierda --"las izquierdas" les dicen ahora, como si la del PRD, o la de la otrora Convergencia y el PT, fueran tendencias diferentes y dignas en verdad de ser tomadas en cuenta y cada una por su lado--. Cómo sea, ahí está otra vez "El Peje" y ahora, dando un giro inaudito, se erige como el Mesías que siempre ha soñado ser y nos escupe la propuesta de una "República Amorosa" con tu todo y su Constitución Moral. ¡Vive Dios!
Poniéndome a tono con la nueva faceta de AMLO, daré --con todo el respeto del mundo, para el que quizá sea mi poeta preferido Jaime Sabines--, un vistazo diferente y "politigrillo" del sensacional poema "Los Amorosos". Vale.
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
¿Sabrá el Sr. López, lo qué es callar? ¿Podrá reprimirse siendo presidente, aún cuando las hormonas grillescas se lo exijan? ¿Su Constitución Moral no habrá de limitarlo?
O por el contrario, si pierde la elección, ¿por las calles tendremos un silencio pacificador o volverá el grito de guerra: ¡Voto por voto, casilla por casilla!? O bajo la nueva tendencia política ¡Amor y Paz mi buen!, soltando abrazos y besos por doquier y haciendo como en los años 60 la "V" de la victoria con los dedos índice y medio.
Ni hablar de los demás, Peña Nieto y los panistas, que cada vez que abren la boca sueltan babosadas dignas de un candidato de rancho y no de un país que se precia de estar a las puertas del primer mundo.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
AMLO, busca afanosamente, por cualquier medio y por todas las formas, ser el presidente --ahora sí, legítimo--; en veces rabioso, en otros conciliador, ofuscado, encabronado, con razones y sin razones lógicas, ahora mesiánico, pacificador y amoroso. Al ahí se va y ¡Viva México cabrones! o llevando a su lado a intelectuales de renombre como Monsi en su momento o Elenita, que goza siendo engañada y utilizada.
Sí, efectivamente, los amorosos son los que cambian, como este giro de 180 grados que dio el tabasqueño.
Los demás no cambian, no les conviene. ¿Acaso el copetudo Nieto, va a cambiar a su grupo Atlacomulco y sus dizque "fallidas" alianzas con el Panal y la "Maistra" Gordillo?
Los panistas "pior", Josefina, Santiago y Ernesto, siguen en las mismas, defendiendo lo indefendible. Un México en ruinas por una guerra desgastante y una economía ficticia. Lo vemos en el reciente viaje de Felipe Calderón a Davos, donde se juntan los países ricos a dictar las políticas económicas de la humanidad, hablan de defender y preocuparse por países como Italia, España y Grecia, que el fin del mundo está cerca si ellos caen, pero les vale wilson y no se aplican correctas políticas sociales con nuestros indígenas que se mueren de hambre como los tarahumaras y otros miles más de otras etnias.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Amlo, va a buscar una vez más, pareciera ser el estigma del PRD, mandar una y otra vez al mismo candidato --remember Cuauhtémoc--. López Obrador, no encuentra, pero busca afanosamente.
En el PRI la misma historia, los diputados federales ahora quieren ser senadores y estos diputados federales, las mismas caras y grupos políticos. Los del PAN, a pesar de que fueron siempre buenos en la oposición, en el gobierno han estado desastrosos, pero el poder al igual que a los demás, los ha enfermado.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
¿Quién en su sano juicio puede decir que un amoroso como Andrés Manuel anda como loco? ¡Hombre, si lo que quiere es salvar al Amor convertido en Patria! Por Dios, si no lo quieren, si no les cae bien, no le digan loco, ni tampoco que es un peligro para México, porque finalmente ¿Enrique Peña Nieto, no es un peligro para México? ¿o Josefina o Ernesto o Santiago? ¿No son todos los políticos un peligro enorme para el ciudadano común y prosaico, que tiene la pena de tragarse la noticia del "fenomenal" aumento de dos pesos a los salarios mínimos y descubrir vergonzosamente lo que ganan un diputado o un senador por ir a hacerse pato, por no decir pendejo a las cámaras? ¿Es posible pensar que alguien que quiere ser presidente piense que el salario mínimo es de 200 pesos, cuando ni siquiera llega a 60? O el otro, que sin empacho, ni rubor habla de salarios de 6 mil pesos, con auto último modelo a la puerta y niños y colegios caros. Eso no es de locos, es de gente con poca madre.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
A Andrés Manuel le preocupa el amor que dice, se ha perdido en el país, por eso tanta violencia y muertos tirados en las calles o colgados de los puentes. Son ya más de 50 mil muertos de esta terrible guerra. Factura muy cara para el máximo enemigo de "El Peje", el Señor Calderón. Ahora como ciudadanos debemos preguntarnos: ¿el que llegue a la presidencia de la República, resolverá este conflicto tan grave? Lo dudo aunque todos ellos digan lo contrario.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
¿En verdad espera el tabasqueño ganar con esas premisas que en ratos resultan cursis? ¿Será que los demás: Peña, Creel, Vázquez Mota o Cordero, ni siquiera tienen una propuesta que animen a los ciudadanos? ¿El Amor mata spot proselitista?
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
En verdad los que estamos permanentemente esperando somos nosotros los ciudadanos de México, siempre la esperanza renovadora y desilusionante de cada sexenio...pero no la esperanza del rayito renovador, sino la de auténticos servidores de la patria. Todo se nos ha ido en ver pasar, uno tras o otro, en los tres niveles de gobierno, un bandido tras otro. Cuando decimos: "este ahora sí, es el bueno", a la vuelta del trienio o del sexenio, se convierte en otro engaño más.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
En esta estrofa del poema, bien pudiéramos cambiar la palabra amorosos por políticos. "Los políticos son los insaciables"...los que se llenan las bolsas --con ligas o sin ellas-- de billetes mal habidos, de casas en sus patrimonios, de vehículos, de cuentas bancarias en el extranjero, sin duda son como la hidra del cuento, serpientes perversas de siete cabezas predadoras, las mismas de los siete pecados capitales: son lujuriosos y se llenan de amantes; no les para la gula del derroche que exhiben ante la pobreza extrema a la que le ponen nombres y apellidos; llegan a los mejores hoteles y restaurantes y piden comprobantes, para demostrarnos a nosotros, los dizque dueños de todo, que no son rateros y que están trabajando. ¡Qué vergüenza! La avaricia de poder, la pereza que enseñan en las cámaras de diputados y senadores; la ira que los envuelve de pies a cabeza y los tiene unos en contra de otros, la envidia y por supuesto su enorme, gigantesca soberbia.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Así estamos los ciudadanos, esperando la llegada del alacrán que habrá de asesinarnos por diez pesos o mil dólares, del sicario que se emboza disfrazado de Federal de Caminos, del extorsionador que se lleva la venta del día, del violador que se escuda detrás de un altar, del capo que hace arreglos en lo oscuro con los jefes policíacos, los procuradores de los Estados y los gobernadores. Es cierto, no dormimos, pero si tenemos sueños. El de un México sin esas alimañas.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Salimos de nuestras casas a buscar el pan y en veces no los arrebatan en el camino, salimos a buscar el progreso y hallamos solo retrocesos indignantes, indígenas muriendo en las serranías devastadas por los taladores que hacen negocios con la gente con el poder de otorgar permisos.
No somos locos por gusto, nos convirtieron en orates ante una educación pervertida, vendida a la mejor postora que resulta la más fea de la nación. Porque pretenden llenar nuestras esperanzas con la imagen idiota de La Gaviota telenovelera.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.
Nos dicen que somos los dueños del petroleo y todo lo que rodea a un PEMEX infinitamente caduco, corrupto y demagógico, del cual piensan los ignaros que nos gobiernan que efectivamente es una lámpara de inagotable aceite, aunque los mantos y las arcas, estén secas.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Sin embargo, los mexicanos hemos llegado ya al extremo de resignarnos al triste destino trianual o sexenal; a echar al viento la fe y la esperanza en candidatos cada día más mentirosos y falaces; de un árbitro que como en los viejos tiempos de las mafias en el box, se venden al mejor postor y obtienen pingües ganancias que luego comprueban con millones, no miles, millones de spots publicitarios idiotas e indignantes. No debemos resignarnos, de ninguna manera. Hay que recobrar el valor del voto.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
En cambio los políticos o mejor, los grillos que nos gobiernan, no se avergüenzan de nada de lo que hacen y con impunidad avanzan a mejores estadios personales. Si vergüenza viene del verbo latino vereri que significa un temor respetuoso, quiere decir que ellos, los poderosos, rojos, azules, amarillos o verdes, ni nos temen, ni nos respetan.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando.
Así me voy, llorando, llorando, dejando este escrito que me nace del coraje de un país al que explotan inmesericordemente los que se dicen constructores de la patria, vanguardia del progreso y cimientos de la nación. Bullshit, dirían los gringos también permisionarios de México, mierda decimos, con más claridad los mexicanos.
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